Puto el que lo lea.
Por Álvaro Cueva
Todo iba bien con el Mundial de futbol hasta el escándalo de los gritos de “¡puto!”.
¿Por qué? Porque esta polémica solo ha servido para poner en evidencia la decadencia del pueblo mexicano.
¿En qué me baso para decirle esto? En la escandalosa avalancha de justificaciones de infinidad de personas, de todos los niveles, que usted y yo hemos escuchado en los últimos días.
Si la selección española comete un error, cada uno de sus elementos reconoce la falla y ofrece una disculpa.
Si los mexicanos nos tiramos borrachos desde las cubiertas de los cruceros, robamos cervezas y, en general, nos volvemos famosos por nuestros desfiguros, en lugar de reconocer que nos equivocamos y pedir perdón, nos inventamos las teorías más insólitas del universo con tal de salirnos con la nuestra.
Con la pena pero, en este tema, la FIFA tiene razón. Puto es un adjetivo que se utiliza en México para insultar a los homosexuales, como sinónimo ofensivo de cobarde, como sustituto de la palabra maldito.
Por eso nuestros asesinos, antes de matar a un “gay”, le gritan “¡puto!”.
Por eso el recatado pueblo mexicano, cuando mira que alguien se va a ir con “la competencia”, para hacerlo sentir mal, le grita “¡puto!”.
Por eso, la distinguida sociedad mexicana, cuando quiere maldecir algo que le molesta, en lugar de exclamar “¡qué maldito!”, grita “¡qué puto!”.
“¡Qué puto frío!” “¡Qué puta hambre!” En México no puede haber nada peor que lo puto, que ser puto.
Por eso cuando nuestros adolescentes quieren dárselas de muy valientes, lo primero que hacen es escribir frases como “puto el que lo lea” en lugares públicos. Eso los “engrandece”.
Ahora resulta que utilizar la palabra puto no tiene nada de malo, que es algo normal, una costumbre, una tradición.
¿Entonces por qué usted no va y le dice putos a sus hijos? ¿Por qué no le llama puto a su padre? ¿Por qué no le grita puto a su marido?
¿Por qué cuando reza no le llama puto a Dios? ¿Por qué no le dice puto al Papa? ¿Por qué no le grita puto a su jefe en la oficina?
¡Qué tan bajo tenemos que caer los mexicanos con tal de no reconocer nuestras faltas!
Muchas de las personas que hoy defienden con vehemencia nuestro supuesto derecho a molestar a los demás utilizando el adjetivo puto son las mismas que se sorprenden de lo mal que estamos en educación.
Son las mismas que se asustan de lo alejados que estamos de la cultura, de lo poco que leemos, de nuestra ausencia de valores.
Las mismas que se enfurecen cuando en algún programa de televisión del extranjero se ofende a los mexicanos, las mismas que se sorprenden de que en México haya tanto bullying.
Son las que condenan a los cazadores, las que luchan por impedir las corridas de toros, pero que no son capaces de mover un solo dedo si se enteran de que mataron a un homosexual.
¡¿Para qué?! Era puto. Matar a un puto es “lo normal”.
¡Ojo!, la gente que fue a gritar a Brasil no es mexicana de a pie, son hombres y mujeres pudientes, finos, educados, desde políticos y actores hasta empresarios y mujeres con títulos universitarios.
Si así se comporta la élite nacional, ¿qué podemos esperar del resto de la población? ¡¿Qué?!
Y no, no es motivo de orgullo que a partir de nuestros gritos haya otras porras haciendo lo mismo.
Antes, aportábamos cosas maravillosas en los mundiales, como “la ola”. Hoy, aportamos el grito de “¡puto!”.
No cabe duda, tenemos mucho que reflexionar, ¿pero sabe qué es lo que más me duele?
Que todo este movimiento de defensa de la palabra puto no nació de un debate genuino, nació porque la FIFA amenazó con multar a la Federación Mexicana de Futbol.
Si no hubiera habido dinero de por medio, nadie hubiera dicho nada.
Usted, al apoyar el uso de la palabra puto, ni siquiera está defendiendo lo que cree, le está ahorrando una lana a una federación económicamente insaciable que pudo haber frenado esto desde que empezó, pero que no quiso.
¡Qué vergüenza que estas cosas estén sucediendo y que haya tenido que ser un organismo internacional el que haya puesto en evidencia nuestro retroceso social!
¡Qué vergüenza, insisto, que ésta sea la imagen de México ante el mundo y que nosotros, en la cúspide de la ceguera, en lugar de aceptar nuestros errores, estemos pensando más en cómo vengarnos de la FIFA que en encontrar una solución! ¿A poco no?Fuente:Milenio. Columna de Álvaro Cueva
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