Cuando era niño me impresionaba terriblemente pasar frente a las carnicerías y ver las cabezas de los cerdos colgadas. No sé si sabía que estaban muertos o no confiaba en que mis mayores fueran como Marge Simpson, porque, a diferencia de Lisa, yo no pregunté si esos cerdos estaban muertos, seguramente mis mayores en vez de tratar de engañarme con un "no, están dormidos, sin cuerpo.." se reirían mucho de mis aprensiones infantiles.
En fin, el tema es tratado de manera magistral por Amparo Dávila en el cuento Alta cocina, que puedes leer en este enlace.
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