En la última misa que celebró el párroco de mi colonia antes de el inicio de la Jornada Nacional de Sana Distancia por la actual pandemia, recomendó a los feligreses acatar las disposiciones de las autoridades sanitarias del país para enfrentar al coronavirus (que sí existe, realcó), y pidió porque no se desatara la propagación de lo que llamó "el virus humano".
Desde entonces he recordado todos los dias esa expresión del "virus humano". Todos los dias aparecen síntomas y víctimas de este patógeno. Desde las compras iniciales de pánico que vaciaron de papel higiénico los estantes, la compra anticipada (es decir sin evidiencias de haber sido contagiado) de cuanto medicamento se mencionaba en los medios como remedio contra el COVID-19, provocando desabasto y encarecimiento de tales medicamentos y de otros insumos como gel desinfectante, alcohol, cubrebocas, etc.
El virus humano siguió manifestándose en lo que llamó el poeta Antonio Machado, "esa segunda inocencia que da en no creer en nada", y que ha provocado perniciosas "teorías", proliferación de noticias falsas, rumores que al caer en la ignorancia y el miedo han generado la agresión a personal médico, de enfermería y sanitizadores.
Se ha dicho que el coronavirus llegó para quedarse, aunque existe la esperanza de que la obtención de una vacuna logre controlar la pandemia.
¿Y el virus humano? la única esperanza que podría haber es la transformación de la población mediante la educación, la información científica y la formación ética, de otra forma el virus humano acabará con todos nosotros.
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