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¿Qué se va a acabar primero?

martes, 21 de marzo de 2017

Alejandra Barrales, Cincinato y José Mujica.

Alejandra Barrales, es dueña de un lujoso departamento en Miami, Estados Unidos, con valor de unos 14 millones de pesos, y del 99% de las acciones de una compañía en ese mismo país.

A ver, ¿es reprobable tener un departamento lujoso? ¿Lo es si se está dedicado a la política? ¿Lo es si se enarbolan posiciones ideológicas de izquierda?

Uno de los postulados del marxismo es que toda propiedad privada es un robo. En México hemos aprendido que, poseer es, por lo menos estar bajo sospecha. Si realmente así son las cosas Barrales (y todos los políticos de cualquier signo ideológico) son culpables de robo o por lo menos están bajo sospecha.

La política se ha encarecido, especialmente en México, y salvo excepciones (como la campaña de bajo costo de Kumamoto), no es probable encontrar a un político que siga la máxima juarista de "vivir en la honrada medianía que proporciona la retribución que la ley les señala"; más bien siguen la máxima de "Un político pobre es un pobre político", atribuida a Hank González, pero que al parecer es de Isidro Fabela, fundador del Grupo Atlacomulco, agrupación de donde proviene Peña Nieto.

Muy lejos estamos de formar políticos como el legendario Cincinato arquetipo de rectitud, honradez, integridad y otras virtudes romanas, como frugalidad rústica y falta de ambición personal, llamado por el Senado Romano a tomar el gobierno del imperio y una vez superados los problemas de Roma volvió a su ranchito a atender su milpa.

Lejos estamos de formar un político como José Mujica que aconsejó a todo aquel al que le guste harto el dinero:
"Hay gente que adora la plata y se mete en la política, si adora tanto la plata que se meta en el comercio, en la industria, que haga lo que quiera, no es pecado, pero la política es para servirle a la gente."

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