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¿Qué se va a acabar primero?

domingo, 25 de enero de 2015

Las inercias y el 'statu quo' por Lorenzo Meyer


Publicado en Reforma el 22 de enero de 2014
· DATOS
En tanto año electoral, el arranque de 2015 es patético. Los medios están inundados de spots de la autoridad electoral y de los partidos -¡26.5 millones de spots!-, pero esa cantidad pareciera estar en proporción inversa a la confianza que los ciudadanos tienen en los emisores: confían en el instituto electoral sólo el 34% y en los partidos ni el 20% (Informe país sobre la calidad de la ciudadanía en México, 2014, IFE-El Colegio de México, pp. 127-128). Sin embargo, en un proceso que va a costar al menos 32 mil millones de pesos de dineros públicos (Reforma, 18 de enero) más una suma desconocida de recursos que no se contabilizarán, esos partidos van a poder llenar con sus apparatchik las estructuras de poder de "elección popular". Desde esta perspectiva, nuestra "democracia representativa" tiene poco de democrática, menos de representativa y mucho de callejón sin salida.
El presidente de la República, de nuevo jefe nato del PRI, tiene hoy un grado de aprobación notablemente bajo entre los ciudadanos: 39% (Reforma, 1o. de diciembre, 2014). Y sin embargo, las posibilidades de un triunfo electoral de su partido a nivel nacional son muy altas. De acuerdo con una encuesta levantada en la primera mitad de noviembre pasado, en las próximas elecciones el PRI puede obtener el 30% de los votos y sus dos principales competidores pero socios en el "Pacto por México" -PAN y PRD- el 25% y 13%, respectivamente, es decir que el statu quo está asegurado y formalmente legitimado (Reforma, 10 de diciembre). En nuestra partidocracia, la única organización que hoy pudiera desafiar en ciertos lugares, especialmente en la Ciudad de México, al estado de cosas imperante es el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), (Reforma, 17 de diciembre), pero su lucha es muy cuesta arriba pues además de enfrentar al sistema de partidos ya establecido debe encarar a otras dos grandes fuerzas: a los poderes fácticos que controlan la riqueza privada y a las inercias.
· UN FACTOR BIOLÓGICO
Que el sistema partidario que la ciudadanía rechaza pueda seguir siendo el sostén de un arreglo político tan corrupto y falto de legitimidad, como es actualmente el nuestro, se explica en parte por la inercia.
La inercia política es un poderoso factor histórico. Las inercias del primer régimen del México independiente que logró centralizar el poder -el porfirista- sólo pudieron ser rotas por la Revolución de 1910. Esa revolución cambió o modificó algunas reglas del pasado pero a partir de los 1940 nuevas rutinas volvieron a imponerse. A este componente histórico lo pudiera estar reforzando otro de carácter biológico. En la primera parte de un libro sobre la naturaleza del orden político, y donde aborda los orígenes del Estado, Francis Fukuyama echa mano de la sociobiología para concluir que las sociedades de primates están programadas para seguir las reglas que heredaron. El teórico político norteamericano discípulo de Samuel Huntington se apoya para su generalización en los estudios sobre las comunidades de chimpancés, con quienes los humanos compartimos el 98.8% del ADN (The Origins of Political Order From Prehuman Times to the French Revolution, Nueva York, 2011). Para Fukuyama, los humanos evolucionamos cargando con varias herencias que tienen expresiones políticas, entre otras la disposición a aceptar las reglas vigentes que estructuran las relaciones comunitarias. Desde esta perspectiva, resulta que nuestro apego a reglas escritas o no, pero efectivas, no se deriva sólo de su legitimidad o de la imposición forzada, sino que también entra en juego un componente biológico que nos predispone a aceptar lo que ya está establecido, como ocurre con otros primates.
· LA INERCIA DA VENTAJAS A UNOS
Obviamente ni Fukuyama, pese a su inclinación ideológica, ni ningún teórico serio puede argumentar que hoy la biología es responsable de nuestro comportamiento político, pero el argumento ayuda a explicar por qué las inercias sociales son tan poderosas, tan difíciles de superar incluso cuando se presentan las condiciones favorables para un cambio político como las que se dieron en México en el año 2000 o las de la primavera árabe en varios países del Medio Oriente después.
Hoy la mayoría de los miembros de nuestra sociedad se declaran inconformes con el arreglo político prevalente, se manifiestan críticos de las instituciones de gobierno y de quienes las dirigen y les otorgan muy poca legitimidad. Y sin embargo, a la hora de la próxima votación, una mayoría también pareciera dispuesta a comportarse de tal manera que al final contribuirá a perpetuar justamente lo que no se quiere.
Javier Sicilia, desde la autoridad que le confiere su liderazgo del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, convoca a de plano no votar. Los padres de los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa y quienes les acompañan rechazan las elecciones en Guerrero. Estas propuestas buscan precisamente quebrar a las inercias y, por tanto, eliminar una de las bases del statu quo. Sin embargo, si una mayoría sustantiva no se abstiene, no anula su voto o no se lo da a Morena -el partido que por ahora es el oponente más serio de la tríada PRI-PAN-PRD-, entonces 2015 será un nuevo triunfo de la inercia -de lo que tenemos de herencia en el ADN- y un seguir caminando hacia donde ya estamos, hacia ninguna parteFuente:Transición

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