En el libro aquel de El mundo de Sofía, se equipara a los filósofos con los niños en el sentido de que, para ser un buen filósofo se tiene que ver al mundo como lo ven los niños, es decir. nuevo. Para un niño el mundo es algo tan nuevo que todo tiene que ser indagado y cuestionado.
A menudo los niños nos sorrajan preguntas que nos dejan noqueados, aquí te dejo algunas que he escuchado:
-¿Qué es la luz que puede atravesar las cosas transparentes?
-¿Si el Universo se encogiera lo notaríamos?
-¿Qué es el tiempo?
-¿por qué en los radios de otras casas se oye lo que se oye en el radio de mi casa?
-¿por qué no se ven las estrellas en el día?
-¿qué es el arco iris?
-¿cuánto pesa la Tierra?
-¿por qué los ángulos de un triángulo siempre suman 180?
En algún momento de nuestra vida dejamos de hacer preguntas, tal vez porque muchas veces nos hicieron sentir tontos por hacerlas y cuando fuimos "grandes" no quisimos seguir pasando como infantiles y nos sumamos al lado de los que, por no saber contestar esas preguntas hacen sentir tonto a quien las hace, pero ¿quién es el tonto realmente, el que quiere saber y pregunta o el que se conforma con no saber y calla?
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