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¿Qué se va a acabar primero?

domingo, 20 de abril de 2014

"Retóricas de la transición. César Cansino

En el tercer ensayo de Cansino recopilado en el libro "El evangelio de la transición" y que se titula "Retóricas de la transición", dice que en los sexenios de Salinas y Zedillo, cuando era más que evidente la descomposición política del régimen, había dos corrientes de opinión que abordaban el tema de la transición: una era la gradualista, controlada por el Gobierno y la otra era la que el autor denomina "la transición pactada", supongo que inspirada en el caso español, en el pacto de la Moncloa. La primera corriente pugnaba por ir reformando poco a poco el régimen, la segunda proponía un cambio que surgiera de una acuerdo amplio de todas las fuerzas políticas del país y que se propusiera promulgar una nueva Constitución.

Cansino no tenía una bola de cristal para saber lo que ocurrió en 2013 con el acuerdo amplio entre todas las fuerzas políticas (electorales) llamado Pacto por México, pero de todos modos, al menos en México, por la forma como se entiende la política los acuerdos amplios son pura simulación.

Y es que no se puede acordar nada entre fuerzas de distinta magnitud; esa era la diferencia fundamental entre el pejismo y el chuchismo, los primeros querían nivelar fuerzas primero y después acordar, los segundos primero acuerdan y se conforman con lo que les toque.

De todos modos el ensayo tiene una parte útil e interesante: retoma el esquema teórico de Albert O. Hirschman explicado en su obra "Retóricas de la intransigencia" para analizar la retórica con la que el gobierno y sus intelectuales a sueldo combatieron la transición pactada.

Este esquema parte de una premisa: "los discursos políticos no están configurados necesariamente por rasgos fundamentales de quienes los elaboran, sino también por los imperativos de la argumentación, casi sin tener en cuenta los deseos, el carácter o las convicciónes de los participantes; esto trae como consecuencia la intransigencia, la intolerancia, la incomunicación entre adversarios, la descalificación y la demonización del otro, es decir el sistema crea una muralla retórica contra la democracia.

Hirschman encuentra en la retórica intolerante de la reacción tres tipos de discurso:
a) La tesis de la perversidad. Según este discurso toda acción deliberada para mejorar algún rasgo político, económico o social sólo sirve para exacerbar la condición que se desea remediar.

b)La Tesis de la futilidad. Sostiene que las tentativas de transformación social serán inválidas, es decir, no logran "hacer mella". De una manera u otra, todo pretendido cambio es, fue o será en gran medida de superficie, de fachada, cosmético, y por tanto ilusorio, pues las estructuras "profundas" de la sociedad permanecerán intactas.

c) La tesis del riesgo. Arguye que el costo del cambio o reforma propuesto , aunque a caso deseable en sí misma, es demasiado alto dado que se pone en peligro algún logro previo y apreciado.

Utilizando la misma tipología de Hirschman, observamos que a cada argumento reaccionario puede anteponerse un argumento progresista. Así a la tesis reaccionaria del riesgo (la acción prevista traerá consecuencias desastrosas), los progresistas anteponen la tesis del riesgo inmanente (no llevar a cabo la acción prevista traerá consecuencias desastrosas); a la tesis de la perversidad (una nueva reforma o una reforma radical pude tener un efecto contrario al deseado), anteponen un "predicado desesperado" (el pais se encuentra en una disyuntiva histórica que lo obliga a transformarse radicalmente), y a la tesis de la futilidad (la acción prevista que intenta cambiar el orden social está destinado a ser fútil), anteponen la conocida tesis del "gato pardo" (las reformas emprendidas por las autoridades sólo son cambios para no cambiar nada).

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