Hay personas con una peculiar forma de resolver problemas, o por lo menos de proponer soluciones. Recuerdo a un estudiante de la carrera de Ingeniero Agrícola de la UNAM que ante la imposibilidad de mecanizar la agricultura en zonas montañosas propuso montar un arado a un helicóptero y así labrar todos los cerros de la Sierra Norte de Puebla.
También está la respuesta de tres preparatorianos que en un examen de Física les preguntaron cómo usar un barómetro para conocer la altura de un rascacielos. El que sí entraba a todas las clases sabía que hay una relación entre la altitud y la presión atmosférica, así que dió la respuesta esperada por el profesor, los otros dos no dieron la respuesta esperada, pero la que dieron indudablemente resuelve el problema: Uno dijo que se subiría hasta el último piso del rascacielos y desde allí dejaría caer el barómetro y tomaría el tiempo en que el aparato llegue al suelo y se haga añicos, entonces con ese dato ya podría calcular la altura del rascacielos. El tercer estudiante nunca entraba a esa clase pero era un experto en como son las cosas en México, así que su respuesta fue: Voy con el arquitecto que diseñó el rascacielos y le digo: Sí me dice cuanto mide el rascacielos le doy este barómetro.
A veces hay propuestas que a primera vista parecerían así de peculiares como los ejemplos anteriores; por ejemplo la propuesta de Heberto Castillo para resolver el problema de la contaminación atmosférica en la Ciudad de México: El ingeniero Castillo propuso abrir un tajo en los cerros que están al sur del Valle de México para que por allí se vaya todo el smog. En su momento muchos se burlaron de esta propuesta, pero todos los que se burlaron no hicieron más que evidenciar su propia ignorancia porque esta solución ya se había llevado a cabo en el pasado: Cuando los españoles establecieron el puerto de Acapulco ese lugar era completamente insalubre por las extremas condiciones de humedad y temperatura que lo caracterizaban, entonces a alguien se le ocurrió abrir un tajo para que se ventilara el lugar y dió por resultado el clima tan agradable que hoy por hoy caracteriza a Acapulco
Todo lo anterior no es más que mi cura en salud para la propuesta que se me ha ocurrido para detener, desviar o aminorar huracanes:
Resulta que la fuerza de un huracán es provista por la temperatura del agua del mar, a mayor temperatura, mayor es la fuerza del huracán. En un documental que ví en Youtube (hecho antes del huracán Katrina), se relata el caso de un Huracán de grado 4, que estaban seguros devastaría Nueva Orleans, pero de pronto el huracán se detuvo frente a Nueva Orleans y se deshizo. La explicación a este fenómeno es que poco antes había llegado a Nueva Orleans un huracán más pequeño que enfrió el agua y eso acabó con el segundo huracán.
Entonces la solución está en enfriar el agua, yo propongo que cuando exista la probabilidad de que un huracán llegue a un núcleo de población importante se emplacen barcos provistos con bombas que extraigan el agua fría del fondo del mar y la viertan en la superficie. Si esto te parece tan descabellado como las propuestas que anoté allá arriba entonces déjame decirte que en ese mismo documental se propone enfríar el agua derramando aceite en el mar...
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