Secuestrados, de Julio Scherer, es el quinto libro de la colección que la revista Proceso. El libro inicia con el relato del secuestro del hijo de Julio Scherer, al parecer por policías.
En la primera parte del libro Scherer muestra ejemplos de secuestros distintos a los realizados por las bandas de secuestradores; como para recordarnos que los gobiernos también secuestran; los ejércitos también secuestran, de hecho Julio Scherer fue secuestrado por el ejército guatemalteco; y también las guerrillas secuestran por cierto.
En la segunda parte del libro, Scherer da cuenta del tipo de secuestro propio de las bandas de secuestradores que asolan nuestro país desde ya hace décadas: Primero trata lo referente a la banda de El Mochaorejas, los Caletri y otras bandas tal vez menos famosas; relata sus modus operandi, el tipo de negociación para el rescate, y el trato que dan a las víctimas. Después de leer todo esto uno entiende por qué hay gente que propone la pena de muerte a secuestradores y se explica que voten por un partido que carece de los escrúpulos como para capitalizar el dolor de las víctimas del secuestro al enarbolar demagógicamente tal propuesta.
Scherer sigue adelante y muestra la evolución que ha tenido el secuestro: desde fijar sus objetivos a magnates como Harp Helú, hasta ir bajando sus pretensiones al mismo tiempo que aumenta su crueldad: después de los magnates siguieron pequeños empresarios, luego clasemedieros hasta llegar al secuestro exprés.
Otra ramal que ha seguido el secuestro es aquel al que llevó a los carteles de la droga a hacer del secuestro su caja chica: con los golpes al narcotráfico y el decomiso de drogas y armas, los carteles recaudan fondos a través del secuestro para reabastecerse y rearmarse.
Finalmente el secuestro llega a los más pobres entre los pobres, a los migrantes centroamericanos, secuestrados, extorsionados, vejados, torturados, violados y asesinados por los Zetas con la complicidad de las policias y personal del Instituto Nacional de Inmigración.
La descomposición social en México ha producido bandas de niños secuestradores como las que operan en Iztapalapa.
Este es otro libro de pesadilla, leyéndolo uno no se explica que exista la literatura de terror, el verdadero terror está fuera de la literatura.
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