Me parece de una descomunal soberbia que sea la muerte la que tenga que hacerse cargo de sacar del poder a un gobernante. No fue el caso de Díaz, pero hubiera sido si no se atraviesa Don Panchito Madero; en realidad Díaz sí quería dejar que otro fuera el candidato a la Presidencia, pero las oligarquías lo convencieron de que la Nación lo necesitaba y la soberbia de Diaz no necesitaba de mucho más para convencerse y faltar a su promesa de permitir elecciones libres con los sangrientos resultados que esta decisión tuvo para México.
Otros casos parecidos registra la Historia: Tito en Yugoslavia, Franco en España, Juan Pablo II en el Vaticano. Cualquiera hubiera jurado que sería la muerte la única que sacaría a Fidel Castro del poder, pero el comandante tuvo un destello de sensatez y lo dejó por su propio pie.
No fue el caso de Chávez que aun padeciendo cáncer volvió a tomar la candidatura y un porcentaje mayoritario de venezolanos votó por él a sabiendas del riesgo de que Chávez dejaría a Venezuela en un estado de fragilidad institucional por su enfermedad.
En todos los casos citados y en el de Chávez el común denominador es la soberbia de creerse indispensable.
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