Aunque a estas horas ya se están desdiciendo, como suele ocurrir en la política mexicana,la reunión que sostuvieron PAN, PRD y PRI (en riguroso orden alfabético), para elaborar un programa de gobierno y postular un candidato único, resulta interesante por dos aspectos, el primero es porque tal idea surge de la imposibilidad de realizar comicios dado el ambiente de violencia en regiones enteras del Estado en el que Calderón inició su guerrita con la Operación Michoacán.
El segundo aspecto es porque un acuerdo en el que diversas fuerzas nombraran un mandatario se parece mucho a un régimen parlamentario, que en vista de los naufragios sexenales que para este país han resultado por el régimen presidencial sería más adecuado.
La primera oportunidad que México tuvo para instaurar un régimen parlamentario que lo hubiera encaminado por la vía democrática y le hubiera evitado décadas de autoritarismo fue en 1917, pero Carranza consideró inviable el proyecto porque en México no había un régimen de partidos.
La segunda oportunidad fue cuando Fox llegó a Los Pinos, pero este irresponsable puso la Reforma del Estado en una pata de su escritorio para nivelarlo y en el pecado llevó la pena, pues el apoyo para las reformas que proponía le salían caras al comprarlo en el PRI.
En un régimen parlamentario el jefe del ejecutivo sería nombrado por mayoría en el Congreso y las votaciones para renovar al Congreso serían una ratificación del jefe del ejecutivo, que en esa virtud tendría la fuerza en el Congreso de la que han carecido los dos últimos Presidentes aigan sido como aigan sido) o tendrían el efecto de revocación de mandato si su partido perdiera las elecciones.
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