El porfiriato dejó un gran problema agrario en México. Para resolverlo, las distintas facciones revolucionarias tenían principalmente dos puntos de vista, uno era el de los revolucionarios norteños, criollos, culturalmente más cerca de la visión norteamericana, y por ello de la opinión de un reparto agrario para la creación de ranchos del tipo gringo , dedicados a la producción comercial.
En oposición, los revolucionarios del sur, indígenas y por ello más cercanos a las antiguas tradiciones prehispánicas, opinaban que el reparto agrario debía enfocarse a las comunidades, para crear ejidos, dedicados a la producción comunitaria.
En la Constitución se intentó mediar entre los dos puntos de vista , de hecho en los primeros años la cosa funcionó , tal vez las primeras generaciones tenían tan presente la inhumana situación durante el porfiriato que ponían gran empeño en que el modelo agrario funcionara, por ello (y también por la 2a Guerra Mundial), México fue un productor de alimentos, capaz de generar excedentes para la exportación, tal situación duró hasta la década de los sesenta.
Ya en los setenta se empezó a apestar la cosa en el campo. El control corporativo que el Partido Revolucionario Institucional ejercía sobre los campesinos hizo crisis, surgieron nuevas organizaciones, surgieron levantamientos armados, invasiones de tierras y la producción se vino abajo.
Con el advenimiento del neoliberalismo se intentó imitar el modelo gringo: despojar a los pequeños agricultores para concentrar la propiedad de la tierra en grandes extensiones, condición necesaria para introducir alta tecnología en la agricultura para una producción masiva. De allí las modificaciones constitucionales salinistas en materia de propiedad de la tierra, pero las grandes trasnacionales no le entraron al negocio, al menos no directamente y en vez de comprar tierras o rentarlas o asociarse con los pequeños propietarios o ejidatarios sólo se posicionaron como proveedores de insumos y como compradores de los productos agrícolas.
Al mercado de tierras que Salinas pretendía sólo acudieron inmobiliarias para transformar tierras productivas en campos de golf y zonas residenciales, lo que produjo la expulsión de la población rural hacia las ciudades y hacia Estado Unidos, con lo que México se ha convertdo en importador de alimentos.
Los defensores del modelo neoliberal señalan que gracias a esas políticas, entre las que destaca el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, México exporta hortalizas; la verdad es que antes de Salinas y su TLCAN ya los productores de hortalizas estaban posicionados en el mercado norteamericano , así que sólo hubo un cambio cuantitativo en ese renglón, lo demás empeoró.
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1 comentario:
Y te faltó mencionar que los productores agrícolas de los países signantes del TLCAN (NAFTA) sí reciben subsidios por parte de sus gobiernos (EUA mucho más que Canadá y muchísimo más que México; Canadá más que México -la notación simbólica es la neta, ésto lo pude haber dicho con menos teclazos de haberla utilizado- aunque mi fin no era economizar).
De modo que nuestros productores no tienen cómo ofrecer precios competitivos. Por éso ahora esos lugares tan espantosos como los Wal Mart´s están llenos de bolsas de arroz y frijol a precios bastante atractivos para el consumidor; en cambio, los productos nuestros se venden casi al doble. Ante es panorama es, pues, inevitable la muerte del campo.
Las personas que tienen buen poder adquisitivo y una cierta conciencia nacional, pueden darse el lujo de comprar nuestros productos, no así con el resto de individuos.
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