Encontré hace unas semanas esta crítica -que me pareció asertiva- sobre el último capítulo de La Guerra de las Galaxias , y lo quise pegar aquí:

Hace mucho tiempo y en una galaxia muy, muy lejana, han tenido lugar (según convenimos en admitir, suspensión de la incredulidad mediante, para recordar palabras de J. L. Borges) los acontecimientos de La guerra de las galaxias. Y, por estas semanas, a 28 años de la primera entrega, la saga se completa con el esperadísimo Episodio III. La venganza de los Sith.

Se trata del capítulo que faltaba para comprender el desarrollo de la historia ideada por George Lucas. Es la pieza que contiene las claves de las dos caídas centrales del relato entero: la conversión de la República Galáctica en Imperio y la transformación del talentoso Jedi Anakin Skywalker en el oscuro y temible Darth Vader.

Con esto no adelantamos nada a los que no vieron la película todavía. Porque la intriga que genera este episodio no pasa por saber qué sucederá luego, sino por conocer exactamente cómo se dieron los hechos que desembocaron en el estado de cosas relatado en el Episodio IV, el primero que disfrutamos como espectadores.

Ya sabíamos que Darth Vader fue una vez Anakin; que Amidala es la madre de Luke y Leia y que Obi-Wan Kenobi tendría un duelo con su discípulo, en el que lo dejaría al borde de la muerte. También estábamos al tanto de que los Jedi serían devastados y de que el Canciller Palpatine se erigiría como Emperador. Lo que queríamos ver era de qué forma ocurría todo aquello: por qué causalidades lamentables, por qué motivaciones erradas.

Así que había gran expectativa en torno a este estreno. Una expectativa que podría considerarse satisfecha para la mayoría de los fanáticos, que esperaban muchos enfrentamientos de sables luminosos, un meticuloso contacto entre cada escena de los episodios anteriores y posteriores, y profusión de efectos especiales. Pero no tan cumplida para los críticos, quienes, en general, encontraron algo ligero el pasaje de Anakin al Lado Oscuro de la Fuerza; poco convincente la conversión de la República en Imperio, e innecesario, desde un punto de vista narrativo, el destino de Amidala. La película fue desacreditada, además, por carecer de novedades en el plano estético.

Quien fue más lejos con las críticas no fue, sin embargo, un comentarista de cine, sino el filósofo esloveno Slavoj Zizek. Él dirigió sus argumentos, principalmente, contra la ideología de fondo. La saga oscila, desde su punto de vista, entre la mitología cristiana y la oriental. Esto ya resulta algo inconsistente, pero lo grave es, a sus ojos, otra cuestión: que la propuesta de este último capítulo es directamente funcional al capitalismo virtual de hoy en día.

Según Zizek, al explicar la causa final de la caída de Anakin por el excesivo apego a los afectos (mezclada otra vez de forma confusa con motivaciones de menor envergadura, como la vanidad y el orgullo), la película parece sostener la idea de que no hay que sufrir por la creciente incapacidad humana para aprehender una realidad vertiginosa, casi inasible; o por estar a merced de una nueva economía de sustento dudoso, casi volátil, que margina cada vez a mayor cantidad de población en el mundo. En vez de angustiarse, según la fórmula del film, habría que sospechar de la realidad que nos rodea y quitarle entidad; habría que comprender, especialmente, que sólo la indiferencia interior respecto de los acontecimientos con repercusión social puede salvarnos.

El repaso de las reseñas acerca de este último capítulo es muy interesante. No reemplaza ver la película, que vale la pena aunque sea por leer el verdadero "The End". Y nos estimula, como lo suelen hacer los buenos comentarios sobre los hechos artísticos, a entregarnos a la lectura de otros grandes títulos de la Ciencia ficción.