* Idiotas
Por Lorenzo Meyer
El 10 de junio no debería olvidarse
Vocablo. En su raíz griega, idiota (idiotes) se aplicaba a quien sólo se ocupa de sus asuntos personales y no de los públicos. Luego se uso como sinónimo de ignorante.
Un apparatchik de la partidocracia que domina ciertas áreas de nuestra vida pública –las otras las dominan el crimen organizado, los poderes fácticos o el caos– calificó de “idiotas” a quienes insistían que la discusión en torno a las leyes secundarias de la reforma energética –la letra chiquita– fuera un auténtico debate y que no coincidiera con el tiempo en que, literalmente, medio mundo está concentrado en los juegos de la Copa Mundial de Futbol, (Excélsior, 3 de junio). Por ello, auténticos idiotes no son quienes propusieron el mencionado debate, aunque, en efecto, entre nosotros, esos idiotas sí existen.
Pan y circo. Como es sabido, la receta de panem et circences es romana y las elites romanas la llevaron al límite para entretener a las masas urbanas con espectáculos públicos en el coliseo, donde escenificaron lo mismo luchas entre gladiadores, que batallas navales o cacerías de animales salvajes y exóticos.
A primera vista, la fórmula pareciera ser un buen destilado de sabiduría política. Sin embargo, con el tiempo tuvo problemas mantener la popularidad de los poderosos con base en la distribución masiva de pan barato o gratuito a los pobres y en ofrecerles espectáculos aparatosos. El gasto fue considerable y creciente. El coliseo de Roma fue una maravilla de ingeniería pero muy cara, Julio César desembolsó mucho para distribuir trigo a 200 mil romanos pobres, las escuelas de gladiadores fueron grandes negocios privados pero no públicos y el gasto de llevar cientos o miles de leones, tigres, panteras, elefantes o incluso focas a Roma, fue espectacular.
En México. En 1963, el gobierno de Adolfo López Mateos logró obtener la sede de la Olimpiada de 1968 porque, descontando los juegos de Grecia de 1896, los de ese año serían los primeros de la era moderna que se celebrarían en un país periférico. Para el gobierno mexicano esto supuso la oportunidad de mostrar al mundo las bondades del régimen priista. Al final, el tiro salió por la culata y hoy se recuerda al 68 más por la matanza del 2 de octubre que por la XIX Olimpiada.
La Copa Mundial. México no ha invertido gran cosa en los juegos que acaban de iniciarse en Brasil para disputar la Copa Mundial, pero nuestro gobierno y los dirigentes partidistas decidieron aprovechar la ocasión para hacer coincidir la discusión de las controvertidas leyes secundarias de la reforma energética con el espectáculo que está arrancando en Sao Paulo.
Por unos días, y gracias a la televisión, el Circus Magnus del momento no serán sólo los estadios de Brasil sino el mundo –de 2 a 3 mil millones de personas vieron los juegos en 2010. Es por ello que los responsables de lograr la aprobación de “la letra pequeña” de la apertura de todo lo relacionado con hidrocarburos al capital privado con el mínimo de debate y el máximo de rapidez, quisieron hacer coincidir esta operación con el gran espectáculo futbolero.
Gran y pequeña política. Las razones y los pasos que se dieron para llegar a la nacionalización de los hidrocarburos mexicanos en 1938, a la creación de Pemex y el esfuerzo por hacerlo viable, son de los mejores ejemplos de gran política en México. Las decisiones y medidas que se han tomado desde los 1980 –la era del neoliberalismo– para hacer fracasar a Pemex y paulatinamente privatizar la industria de la energía hasta llegar en 2013 a la modificación del artículo 27 de la Constitución, son ejemplo de lo contrario: de la política sin grandeza, diseñada por y para los intereses de las élites, justificada con argumentos “realistas” (se necesita crear las condiciones jurídicas para atraer capital y tecnología a una actividad muy compleja y costosa) pero eludiendo enfrentar efectivamente la gran corrupción en la empresa estatal y en su sindicato y acentuando su carácter de principal contribuyente cautivo.
La política baja. El hacer coincidir la culminación del proceso privatizador de los hidrocarburos con el Mundial de Futbol, es política baja, oportunista y finalmente innecesaria. En realidad, empatar la aprobación de las leyes secundarias de la reforma energética con el gran circo del futbol sale sobrando, pues aunque los ciudadanos que se oponen a la privatización son mayoría, (ver encuesta en Este País, noviembre, 2013), no cuenta con los medios para hacer sentir su peso, pues hoy por hoy el Congreso no es la expresión de la voluntad popular sino de los acuerdos de la cúpula partidocrática.
En suma. El cerrar la puerta de la alta política en materia de petróleo –al no celebrar el gran debate propuesto por Alfonso Cuarón a Peña Nieto y esconder la aprobación de las leyes secundarias de la reforma energética tras el espectáculo de la Copa Mundial–, se puede tomar como muestra de la inseguridad del gobierno en su posición y, sobre todo, de su desdén por la ciudadanía y por el concepto mismo de democracia.
Fuente:Sur de Acapulco
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