-¿Sabes algo de albañilería?
-No.
-Entonces te invito a hacer este ejercicio: Imagina que de un momento a otro desaparecen todos los albañiles del mundo. Entonces, si quieres tener una casa tendrás que hacerla tú mismo. Con los albañiles desaparecen también cualquier clase de solidaridad, como aquella de algunos pueblos centroamericanos que le construyen su casa de lodo y varitas a los recién casados en un solo día.
Así las cosas consigues materiales, un terreno y emprendes la construcción de tu casa, al principio muestras mucho entusiasmo, pero como no sabes nada de albañilería la mezcla no te queda muy bien y los ladrillos te quedan mal pegados y los muros un poco chuecos. Al paso del tiempo vas perdiendo entusiasmo pero te mantienes en tu proyecto.
Ya tienes muros y techo. En alguna ocasión se te cayó un pedazo de un muro pero lo reparaste.
Tienes un vecino que inició la construcción de su casa al mismo tiempo que tú, y también cometió errores como los tuyos, pero cuando ya tenía muros y techo se encogió de hombros y decidió que su casa estaba muy fea, que no valía la pena seguir construyéndola y que no quería seguir viviendo en ella , así que tiró todo lo construido y empezó otra vez.
Tú volteas a ver tu casa mal hecha y también te parece fea, pero piensas en todo el esfuerzo que has invertido en ella, en todo tu tiempo, y recuerdas que en tiempo de calores tus muros y tu techo te brindaron sombra fresca, y que en tiempo de lluvias, así de fea y mal hecha te resguardó del agua.
Recordando todo eso ya no te parece tan fea, y empiezas a sentir gratitud por tu casa y te renace el entusiasmo y emprendes otra vez su construcción y piensas que lo harás por siempre aunque nunca termines de verla completa.
¿Sabes de que te estoy hablando?
-¿De albañiles?
-No pendejo
-¿De casas?
-¡Ah que la chingada! ¡te estoy hablando del matrimonio, de la relación de pareja!
-Ah...
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