En la reciente campaña electoral y en anteriores se ha dicho que las encuestas son un elemento más de de propaganda, que su propósito es crear la percepción de que el eventual resultado electoral ya es un hecho y que ya no hay nada que hacer. Los defensores de las encuestas arguyen que eso solamente es atribuible a las que se contratan por los interesados es decir, por los partidos políticos, pero que los medios serios ponen su prestigio de por medio para presentar encuestas confiables.
El asunto es que en cada ocasión las encuestadoras fallan muy gacho y esta vez no fue la excepción pues el promedio de todas las encuestas publicadas por los diarios le daban a Peña una ventaja de 25 puntos cuando con todo y votos obtenidos por compra y coacción logró menos de la mitad de esa ventaja.
Es interesante que la encuesta que contrató el grupo de académicos Observatorio Ciudadano a la encuestadora Berumen tuvo una mayor precisión a final de cuentas que las demás; lo interesante de esta encuesta es que fueron los propios académicos los que formularon el diseño de la encuesta: el tamaño de la muestra, la estratificación de la población, cuantas veces insistir en una casa que no acudiera al llamdo del encuestador y como sustituir a los encuestados que se negaran a responder. Todo esto hizo más cara esta encuesta que las que publicaron los diarios pero sí dió una medición más precisa.
Así que en lo sucesivo, y partiendo del supuesto de que las enecuestadoras no están confabuladas para presentar resultados inflados a favor del PRI y que sus fallas se deben a que son encuestadoras muy pendejas, tendrán que adoptar el diseño de el Observatorio Ciudadano aunque tengan que subir sus precios.
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