Este 2 de noviembre el cielo de Tlaxcala lucía espectacularmente azul. El Popocatépelt y el Iztaccihuatl que custodian el trayecto del autobús permanecen magníficos, vitales e imperturbables bajo el sol.
El autobús permite a los pasajeros descender antes de llegar a la terminal , a la entrada de Apizaco, en una glorieta que los lugareños nombran La Corona; hace falta un puente peatonal porque el trayecto de casi dos horas deja entumecidas las piernas y es necesario correr para cruzar la carretera.
En La Corona espera uno el colectivo que llega a San Dionicio, si toma uno el que dice "La Magdalena" se puede bajar frente al panteón.
Gladiolas, rosas, crisantemos, margaritas. No quise llevar cempasúchil pero sí veladoras. En ese panteón descansan muchos familiares míos, algunos ni los conocí , pero sí a mis abuelos paternos, a Don Frume, mi abuelo putativo , a mi sobrina y a mi padre, repartí las flores, prendí las veladoras, conseguí agua y mi esposa rezó un rosario.
Al volver a la Ciudad de México alguien estaba escuchando la radio y el estúpido locutor decía: ¿Cuánto te costó un ramo de flores?; pero si en vida nunca le diste nada a tu abuela... nadie merece que le digan eso, aunque realmente haya olvidado en vida a la gente que debió querer, porque el hecho de que se visite poco a los seres queridos no implica que una vez muertos se les va a abandonar del todo.
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