Ana Laura Magaloni Kerpel
Reforma
18 Jul. 09
Aunque se puede pensar que la criminalidad cotidiana se resuelve con someter a la ley a los narcotraficantes la realidad y los índices muestran que no es así
Supongo que existe un profundo desconcierto por parte de los ciudadanos ordinarios en relación con el discurso gubernamental y el debate público en torno a la crisis de seguridad que estamos viviendo. Con el slogan publicitario del gobierno federal de que la lucha contra el narcotráfico es la lucha "para que la droga no llegue a tus hijos", no se entiende, y quizá tampoco se justifica plenamente, el nivel de inseguridad y temor con el que vive la población en muchos sitios del país. En la Ciudad de México, por ejemplo, antes que la droga, las familias viven con el temor fundado de no saber cuándo le toca a alguno de sus seres queridos ser asaltado a punta de pistola en su coche, ser victimado en un cajero automático o sufrir un robo violento en su propia casa. Éstos son problemas de seguridad pública del ámbito local que poco o nada tienen que ver con la lucha contra el narcotráfico. De estos problemas se habla poco y menos aún se discuten sus soluciones. Todo lo que tiene que ver con el problema de inseguridad ha quedado falsamente comprendido en la lucha frontal del gobierno federal contra los capos de la droga.
Ello explica que la delincuencia ordinaria -principalmente el robo en todas sus modalidades- vaya alarmantemente a la alza y poco o nada se hable de ello. Según las cinco encuestas de victimización y eficacia institucional del CIDE, después de tres años consecutivos en donde la delincuencia ordinaria se mantuvo estable (2005, 2006 y 2007), a partir del 2008 se comienza a observar un incremento importante. Esta tendencia se percibe a nivel semestral: hay más delitos en el último semestre del 2008 que en el primero. Con respecto al 2007, el crecimiento del 2008 fue de 33 por ciento en el estado de México y de 40 por ciento en el DF.
Estamos, por tanto, ante una espiral de criminalidad en el ámbito local que no está relacionada con la lucha contra el narcotráfico, sino con la crisis económica. Un decremento de 8 por ciento del PIB genera tensión social, desempleo, contracción del crédito, falta de expectativas de futuro en los jóvenes y un largo etcétera. Todo ello es caldo de cultivo para la criminalidad. En todas las crisis económicas anteriores -1983, 1986 y 1995- los índices delictivos se fueron a la alza. Sin embargo, sólo en 1995 el incremento fue superior al 30 por ciento, que es como el que hoy estamos viviendo.
No es sorprendente, por tanto, que, según la encuesta antes citada, hoy 40 por ciento de la población del DF y el estado de México viva con bastante o mucho temor de ser víctima de un delito y que 30 por ciento crea que será victimada el próximo año.
En 1995 existía un clima de inseguridad similar. No tengo el dato sobre el nivel de temor de la población, pero recuerdo que, en ese tiempo, en cualquier reunión social o de trabajo se hablaba de este tema. De repente, todos conocíamos a alguien cercano que había sido victimado en forma violenta y algunas de estas historias eran verdaderamente de terror. En 2008, no percibo un clima de alarma social similar, por lo menos en el DF. El temor con el que vive la población se ha convertido en una lamentable normalidad. Quizá nos hemos acostumbrado a vivir y convivir con la amenaza permanente de la delincuencia ordinaria.(*)
Sin embargo, en el contexto actual lo que es más preocupante es que, frente al combate al crimen organizado y toda la violencia que ello ha traído consigo, los problemas de inseguridad pública ordinarios se han diluido. Es posible que exista una falsa expectativa social de que toda la criminalidad se resuelve con someter a la ley a los narcotraficantes. Sin embargo, el robo de casas, el secuestro exprés, los asaltos a mano armada no son problemas que se relacionen con el mundo de las drogas. Estos problemas tienen que ser atendidos de forma separada y corresponde a los gobiernos locales hacerlo. No va a regresar la tranquilidad a las calles del país hasta que no logremos disminuir también este tipo de incidencia delictiva.
Por lo pronto, en el corto plazo, habría que poder frenar la espiral de criminalidad en la que nos encontramos. Es decir, que el crimen ordinario no siga creciendo. Para ello, no se requieren más policías, patrullas, cárceles y armas. Nada de ello sirve para frenar una espiral de delincuencia de este tipo. Lo que se necesita son políticas económicas anticíclicas que permitan reactivar el empleo y la economía. Paradójicamente también estas políticas económicas quedaron en un segundo plano frente a la crisis de seguridad entendida como la lucha contra el narcotráfico.<**>
Ello me lleva al meollo del problema: es clave comenzar a colocar en su correcta dimensión la lucha del gobierno federal contra el narcotráfico. Yo entiendo y comparto la importancia de esta lucha. Sin embargo, el problema de inseguridad pública no se reduce al narcotráfico y las demandas de seguridad de la ciudadanía, en muchas partes del país, nada tienen que ver con ello. Comencemos, pues, a poner nombre y apellido a las preocupaciones concretas de los ciudadanos en relación a la criminalidad, pues sólo así podremos aspirar a resolver, con estrategias diferenciadas, las distintas caras y facetas de este grave problema.
*Yo lo que hago es cambiar de ruta, es decir , no volver a usar aquella en la que me asaltaron.
** Esto demuestra que a Calderón no le interesa dar seguridad a los mexicanos sino infundirles miedo.
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