Para que Claudia Sheimbaum entregue la Presidencia faltan
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viernes, 5 de enero de 2007
Expresión y comunicación.
El prefijo ex denota la idea de fuera; exterior: lo que está afuera, expulsado: lo que se envía afuera, éxito : lo que tiene una sálida (!). Expresión , entonces es sacar la presión , liberar aquello que dentro de nosotros ejerce una presión , lo cual pueden ser ideas, emociones , sensaciones , etc. Cuando esta expresión se interpreta por los demás correctamente , es decir que los demás deducen nuestras ideas , emociones o sensaciones a través de las manifestaciones que externamos se establece la comunicación.
No siempre la expresión comunica, esto es cuando los demás no logran interpretar nuestras manifestaciones . La expresión comunica cuando forma parte de un código , el código se forma a través del tiempo interpretando repetidamente las manifestaciones que externamos , así se formaron los códigos como los idiomas , los símbolos , etc.
Cuando no estamos familiarizados con el código no entedemos nada , por ejemplo el grafitti expresa , pero no comunica , al menos no para los legos , sólo unos cuantos iniciados logran decifrar los garabatos que a manera de firmas o marcas de territorio dejan los grafiteros ; el resto de los mortales sólo puede interpretar que lo expresado por los grafiteros es pura mala onda , pura frustración , resentimiento social y falta de respeto por la estética y la propiedad privada , tal vez no es lo que quiere comunicar el grafitero pero así lo decodifica el profano , y talvez ni siquiera sea la intención de comunicar la de el grafitero.
A veces la expresión sólo es un detonador para comunicarnos con nosotros mismos , con nuestras emociones particulares , no necesariamente con las de el que manifiesta las expresiones , por ejemplo , las manifestaciones artísticas , al respecto cedo la palabra a Ernst Hans Gombrich que en la introducción de su obra La Historia del Arte dice:.
No existe, realmente, el Arte. Tan sólo hay artistas. Estos eran en otros tiempos hombres que cogían tierra coloreada y dibujaban toscamente las formas de un bisonte sobre las paredes de una cueva; hoy, compran sus colores y trazan carteles para las estaciones del metro. Entre unos y otros han hecho muchas cosas los artistas. No hay ningún mal en llamar arte a todas estas actividades, mientras tengamos en cuenta que tal palabra puede significar muchas cosas distintas, en épocas y lugares diversos, y mientras advirtamos que el Arte, escrita la palabra con A mayúscula, no existe, pues el Arte con A mayúscula tiene por esencia que ser un fantasma y un ídolo. Podéis abrumar a un artista diciéndole que lo que acaba de realizar acaso sea muy bueno a su manera, sólo que no es Arte. Y podéis llenar de confusión a alguien que atesore cuadros, asegurándole que lo que le gustó en ellos no fue precisamente Arte, sino algo distinto.
En verdad, no creo que haya ningún motivo ilícito entre los que puedan hacer que guste una escultura o un cuadro. A alguien le puede complacer un paisaje porque lo asocia a la imagen de su casa, o un retrato porque le recuerda a un amigo. No hay perjuicio en ello. Todos nosotros, cuando vemos un cuadro, nos ponemos a recordar mil cosas que influyen sobre nuestros gustos y aversiones. En tanto que esos recuerdos nos ayuden a gozar de lo que vemos, no tenemos por qué preocuparnos. Unicamente cuando un molesto recuerdo nos obsesiona, cuando instintivamente nos apartamos de una espléndida representación de un paisaje alpino porque aborrecemos el deporte de escalar, es cuando debemos sondearnos para hallar el motivo de nuestra repugnancia, que nos priva de un placer que, de otro modo, habríamos experimentado. Hay causas equivocadas de que no nos guste una obra de arte.
A mucha gente le gusta ver en los cuadros lo que también le gustaría ver en la realidad. Se trata de una preferencia perfectamente comprensible. A todos nos atrae lo bello en la naturaleza y agradecemos a los artistas que lo recojan en sus obras. Esos mismos artistas no nos censurarían por nuestros gustos. Cuando el gran artista flamenco Rubens dibujó a su hijo, estaba orgulloso de sus agradables facciones y deseaba que también nosotros admiráramos al pequeño. Pero esta inclinación a los temas bonitos y atractivos puede convertirse en nociva si nos conduce a rechazar obras que representan asuntos menos agradables. El gran pintor alemán Alberto Durero seguramente dibujó a su madre con tanta devoción y cariño como Rubens a su hijo. Su verista estudio de la vejez y la decrepitud puede producirnos tan viva impresión que nos haga apartar los ojos de él, y sin embargo, si reaccionamos contra esta primera aversión, quedaremos recompensados con creces, pues el dibujo de Durero, en su tremenda sinceridad, es una gran obra. En efecto, de pronto descubrimos que la hermosura de un cuadro no reside realmente en la belleza de su tema. No sé si los golfillos que el pintor español Murillo se complacía en pintar eran bellos estrictamente o no, pero tal como fueron pintados por él, poseen desde luego gran encanto. Por otra parte, muchos dirían que resulta ñoño el niño del maravilloso interior holandés de Pieter de Hooch, pero igualmente es un cuadro delicioso.
La confusión proviene de que varían mucho los gustos y criterios acerca de la belleza. Las ilustraciones 5 y 6 son cuadros del siglo XV que representan ángeles tocando el laúd. Muchos preferirán la obra italiana de Melozzo da Forlì, encantadora y sugestiva, a la de su contemporáneo nórdico Hans Memling. A mí me gustan ambas. Puede tardarse un poco más en descubrir la belleza intrínseca del ángel de Memling, pero cuando se lo consiga, la encontraremos infinitamente amable.
Y lo mismo que decimos de la belleza hay que decir de la expresión. En efecto, a menudo es la expresión de un personaje en el cuadro lo que hace que éste nos guste o nos disguste. Algunas personas se sienten atraídas por una expresión cuando pueden comprenderla con facilidad y, por ello, les emociona profundamente. Cuando el pintor italiano del siglo XVII Guido Reni pintó al cabeza del Cristo en la cruz, se propuso, sin duda, que el contemplador encontrase en este rostro la agonía y toda la exaltación de la pasión. En los siglos posteriores, muchos seres humanos han sacado fuerzas y consuelo de una representación semejante del Cristo. El sentimiento que expresa es tan intenso y evidente que pueden hallarse reproducciones de esta obra en sencillas iglesias y apartados lugares donde la gente no tiene idea alguna acerca del Arte. Pero aunque esta intensa expresión sentimental nos impresione, no por ello deberemos desdeñar obras cuya expresión acaso no resulte tan fácil de comprender. El pintor ittaliano del medievo que pintó la crucifixión, seguramente sintió la pasión con tanta sinceridad como Guido Reni, pero para comprender su modo de sentir, tenemos que conocer primeramente su procedimiento. Cuando llegamos a comprender estos diferentes lenguajes, podemos hasta preferir obras de arte cuya expresión es menos notoria que la de la obra de Guido Reni. Del mismo modo que hay quien prefiere a las personas que emplean ademanes y palabras breves, en los que queda algo siempre por adivinar, también hay quien se apasiona por cuadros o esculturas en los que queda algo por descubrir. En los períodos más primitivos, cuando los artistas no eran tan hábiles en representar rostros y actitudes humanas como lo son ahora, lo que con frecuencia resulta más impresionante es ver cómo, a pesar de todo, se esfuerzan en plasmar los sentimientos que quieren transmitir.
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2 comentarios:
Hola Ernesto! Lo primero, que continúes de festejos por ahí; te deseo un año con mucha iniciativa; yo aquí sigo de vacas pero en la cuenta regresiva.
Seré poco ortodoxa -como en casi todos mis comentarios-, pero, dime, qué no es arte, qué en la vida no nos transmite algo? Cierto que el manejo de distintos códigos aún dentro de un mismo ámbito social dificulta la comprensión, pero hay que agudizar un poco nuestra observación. Lo que más habla no es el gesto, la pose, ni las palabras. El tema es que generalmente no percibimos detalles que saltan a la vista. Hoy día la comunicación es el arte de esconder, de simular; prefiero guiarme por la percepción.
Un abrazo.
Ah sí:
Se racional usa la intuición
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