Para que Claudia Sheimbaum entregue la Presidencia faltan
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jueves, 23 de marzo de 2006
En la Literatura es un recurso muy vistoso aquel de los supersecretos , de las sociedades secretas poseedoras de conocimientos tan celosamente guardados que al paso del tiempo se olvidan y sólo se tiene referencia de ellos dentro de los relatos fantásticos , tal es el caso de de Lovecraft que con su gran talento narrativo ha convencido a muchos ingenuos de la existencia del libro secreto llamado Necronimicón.
El secreto forma parte de numerosas obras literarias , recientemente el éxito de librería El Código Da Vinci explota este recurso. Pero hay en la historia la referencia de un secreto tan celosamente guardado que efectivamente se olvidó la receta de cómo obtenerlo : El Fuego Griego . Anoto aquí el párrafo que Asimov dedica ha esta arma secreta de los romanos orientales , llamados bizantinos y que al parecer salvó a Europa de la expansión árabe:
Cómo lo hizo constituye uno de los relatos más dramáticos de la historia, porque intervino un arma verdaderamente secreta, un arma cuya naturaleza se desconoce aún hoy. El relato está oscurecido por la leyenda, pero el arma parece haber sido inventada por Calínico, un alquimista de Egipto o Siria (ni siquiera se sabe de dónde) que consiguió escapar desde su tierra natal a Constantinopla. No representaba mucho la salvación de una sola persona frente a la enorme pérdida de aquellas provincias. pero él solo, según parece, salvó al resto del imperio.
Calínico realizó una mezcla que ardía con una llama candente y parecía poseer el milagroso poder de encenderse y quemar con especial viveza al entrar en contacto con el agua. Se podía echar la mezcla en calderas o a chorro por tubos. Tan pronto como estaba en contacto con el agua, se prendía fuego. Si flotaba hacia las naves enemigas, éstas quedaban envueltas en llamas.
Una y otra vez, las naves árabes quedaron fuera de combate o destrozadas por este “fuego griego”. Peor incluso que el propio fuego tuvo que ser el terror supersticioso que les entró a los marineros al contemplar una llama que desafiaba al agua. A la postre, pues, fue el fuego griego, más que cualquier otro factor aislado, lo que quebró la voluntad árabe de triunfar (aunque no debemos menospreciar la fuerza de las murallas de Constantinopla, o la firmeza desesperada de sus ciudadanos).
El imperio guardó celosamente el secreto de la composición del fuego griego, y lo utilizó después en otras ocasiones. El secreto fue tan bien guardado que sólo podemos especular sobre la naturaleza de su composición. Su base era algún derivado del petróleo, y tal vez tenía también cal viva. La cal viva se combina con el agua generando un calor considerable y pudo servir para prender fuego al derivado del petróleo.
Antes del 677, los árabes creían que ya había llegado el momento para retirarse, pero la retirada (como suele ocurrir) resultó más difícil que el avance. La flota árabe desmoralizada por la acción combinada de un temporal y el hostigamiento por parte de los bizantinos, fue destruida al sur de Asia Menor, y el ejército árabe que marchaba penosamente hacia el este quedó hecho pedazos.
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