Para que Claudia Sheimbaum entregue la Presidencia faltan
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lunes, 18 de julio de 2005
El Profesor Jubilado
Relato inventado por:
Alberto Covarrubias Pardo
La llegada del anciano al local provocó gran revuelo ya que a pesar de ser un buen cliente, era famoso por su excentricidad y mal carácter, siendo atendido exclusivamente por Gloria, una joven universitaria que no había asistido hoy a trabajar.
Para don Eleodoro Cortés la comida del sábado, en el restaurante francés L'Ange Gardien, era su terapia semanal. Olvidaba por unas horas la soledad en que vivía y la poca importancia que ahora tenía para el mundo, desde que se convirtió en un jubilado más. Ya nadie recordaba su prestigioso pasado como profesor universitario de la cátedra de Biología Celular, ocupación que desempeñó por más de 30 años.
Mientras se dirigía a paso lento hacia su mesa habitual, uno de los comensales recién llegado, reconoció de inmediato al catedrático y se levantó para saludarle cariñosamente:
Profesor Cortés, que gusto de verle después de tanto tiempo. Me llamo Arturo Torres y fui alumno suyo en la universidad.
Don Eleodoro esbozó un atisbo de sonrisa y le invitó a su mesa a cenar, para recordar aquella época universitaria.
Al recibir el menú de manos de alguien desconocido para él, no pudo disimular su desagrado y le comentó a su compañero ocasional.
¡Quién sabe que comeré hoy! Dudo que este joven sepa algo de taxonomía...
Al cabo de un rato apareció el mismo mozo y don Eleodoro dijo a su ex alumno que hiciera su pedido, mientras él daba un último vistazo a la carta.
Una corvina al horno con salsa cremosa de champiñones y unas papas salteadas - pidió Torres
El anciano después de examinar algunos minutos la lista de especialidades, preguntó con voz grave:
¿Los Helix aspersa están frescos?
Por supuesto, don Eleodoro, están recién llegados...
Prefiero algo menos viscoso que estos moluscos domésticos.
¿Le gustaría unas Ranas Verdes a la Normandie?
Nada de batracios por hoy...
Le puedo ofrecer Rilletes de Salmón.
No, prefiero algo de carne roja. Tráigame un trozo de Sus scrofa baeticus al horno con salsa bordalesa, acompañado de abundante Lycopersicum sculentum y Lactuca sativa longifolia.
Señor, no entiendo mucho el francés. ¿Me podría repetir la carne que desea?
El profesor le fulminó con su mirada y con voz despectiva respondió:
¿Francés, jovencito? Parece que usted no distingue una jirafa de un elefante...
El mozo compungido sólo atinó a decir:
No sé, será rumano entonces...
Mire, muchachito, ese idioma tan desconocido para usted, es nada menos que la lengua madre del español, francés e italiano, es latín.
¡Ah, con razón no entendía mucho! Pero, por favor, repítame el nombre latino de la carne que desea para transcribirlo y llevar su pedido al chef...
Sus scrofa baeticus, joven, es el orgullo de este lugar y parece que usted lo desconoce.
¿El acompañamiento lo prefiere caliente?
¿Esta es una nueva especialidad francesa? - preguntó irónico don Eleodoro
El mozo intentando mejorar su deteriorada imagen ante su alterado cliente, respondió con seguridad:
Por supuesto que sí, señor, es algo que hacemos habitualmente.
Don Eleodoro quiso prolongar este juego por unos instantes, ya que se estaba divirtiendo de verdad, a pesar que su ex alumno le miraba con suspicacia.
¿Usted me asegura que el Lycopersicum sculentum y la Lactuca sativa al horno mantienen su sabor original?
Obvio que sí, incluso quedan más jugosos.
En ese caso, me encantaría probarlo, ya que resulta muy novedosa esta nueva forma de preparación.
El joven terminó de anotar el pedido sin más comentarios y cuando preguntó si querían algo para beber, la seca respuesta de don Eleodoro fue una botella de Chardonnay Blanc.
Arturo Torres estaba perplejo ante esta situación, no entendía el extraño comportamiento del profesor Cortés, pero no quiso contrariarle.
Don Eleodoro solícito le preguntó:
¿No hubiese preferido probar un Artiodactilo ungulado a la Breton en lugar de la corvina?
No, profesor, me encanta el pescado y aquí son especialistas en su preparación.
Tiene mucha razón. Ahora cuénteme en que año usted asistió a mi curso de Biología Celular...
Don Eleodoro se veía contento de hablar con alguien que conocía su brillante trayectoria universitaria y tuvieron una amena charla de la época en que Arturo estudiaba Veterinaria. Después de recordar algunas sabrosas anécdotas de esos lejanos tiempos, el ex alumno no pudo contener su curiosidad y le preguntó:
¿Usted cree, profesor, que el mozo entendió algo de lo que le pidió para cenar?
Mire, Arturo, yo vengo todos los sábados a comer aquí y me atiende una chica encantadora, Gloria, estudiante universitaria. Con ella jamás he tenido problema alguno, no sé como lo hace para traducirme, pero con este muchacho nadie sabe lo que pasará.
¿Por qué pide la comida usando los nombres de las especies en latín?
Es mi forma de entretenerme desde que jubilé. Durante un rato me siento importante provocando la desazón de estos jóvenes que son incapaces de reconocer públicamente que no entienden nada de lo que digo.
¿No le parece una diversión un poco cruel?
Quizás hoy puede haberle parecido así, pero con Gloria es realmente entretenido. Ella se ríe con cada especie nueva que pido, averigua su significado y pone en jaque al maniático chef de este lugar.
Al terminar la frase apareció el mozo trayendo una bandeja con los platos de los respectivos pedidos. El joven entregó en silencio su humeante carga a cada uno de los comensales, mientras don Eleodoro observaba inquieto el resultado de esta operación.
Una vez servidos ambos, el mozo preguntó con una sonrisa satisfecha:
Don Eleodoro, ¿qué le parece su plato de Jabalí al horno con salsa bordalesa acompañado de tomates y lechugas? La ensalada viene fría porque el chef se negó a calentarla en el horno.
El profesor quedó impactado, pero antes que pudiera decir algo, el mozo continuó:
Para don Arturo traje una exquisita Umbrina reedi al horno con una salsa de Agaricus campestris acompañada por unas Solanums tuberosum salteadas.
¡Qué disfruten de su cena, señores...!
FIN
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