Un ser sólo se puede considerar humano si se ha desarrollado dentro de una sociedad, así lo demuestran los casos de niños salvajes o niños lobos , casos reales que han sido recreados por la ficción de obras literarias como Tarzan o El Libro de la Selva :
Al parecer es la convivencia cotidiana con nuestros semejantes lo que nos permite adquirir esa particular sensibilidad del ser humano y desarrollar nuestra inteligencia (¡!), pues los niños de los que se habla en el enlace de allá arriba, al ser reincorporados al grupo humano, no lograron restablecer sus capacidades cerebrales, al parecer su cerebro sufrió un grave deterioro que lo dejó incapacitado para aprender un tipo diferente de comportamiento.
Pero dentro de la sociedad también ocurren casos de aislamiento, estos de tipo coercitivo, por ejemplo las cárceles son de este tipo, y también lo es el exilio y el autoexilio ya sea este hacia el extranjero o interior.
El exilio es una forma extrema de castigo que conlleva la pérdida de la ciudadanía y la expatriación forzosa. En algunas circunstancias el exilio puede ser autoimpuesto, como en el caso de algunos 'Gobiernos en el exilio' europeos durante y después de la II Guerra Mundial. En la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se desarrolló una variante: el exilio interior. En lugar de su expatriación se relegaba a la víctima a alguna zona carcelaria, inhóspita o inaccesible. La política del exilio interior se deriva del rechazo que los dirigentes soviéticos sentían ante la posibilidad de que sus adversarios dentro del partido comunista expresaran sus opiniones y llevaran a cabo sus actividades críticas y subversivas con relativa autonomía en el exilio. Utilizando sus vastas y duras tierras interiores la Unión Soviética podía aislar y controlar a los disidentes sin utilizar la represión y el encarcelamiento a gran escala. Uno de los casos más conocidos de exilio interior fue el del disidente ruso Andréi Sajárov, que fue exiliado, entre 1980 y 1986, a la ciudad de Gorki (actualmente Nizni Nóvgorod).
La Unión Soviética también conoció la práctica del exilio intelectual autoimpuesto. Mediante la desobediencia civil pasiva y la falta de fe e interés en el gobierno se esperaba que la autoridad y legitimidad del sistema soviético fuera deteriorándose de forma paulatina. Algunos intelectuales alemanes hicieron lo mismo durante el régimen nacionalsocialista. Numerosos líderes sociales, representantes políticos y figuras de la cultura en España fueron considerados en la práctica como exiliados interiores durante las casi cuatro décadas que se prolongó la dictadura franquista. De hecho, y en un sentido amplio, el exilio interior se considera sinónimo de disidencia, en un estado previo a la rebelión activa.
Y también dentro de los pequeños grupos se aplica coercitivamente la exclusión de algún miembro, como el la llamada Ley del Hielo.
Es tal el impacto que tiene la exclusión dentro de las personas sujetas a estas medidas que se abate toda su emotividad; por ejemplo cuando a un reo se le informa de su sentencia sufre un shock que en la jerga penitenciaria se conoce como carcelazo. Se sabe que los exiliados jamás se recuperan, muchos de ellos pasan más tiempo de su vida fuera de su patria que lo que vivieron en ella y siempre tienen la idea de que no están en casa y no se adaptan al país que los acoge.
Al excluido se le niega lo que es natural para los demás, como caminar por las calles, comprar un helado, ir a una fiesta, quedarse en casa, etc. Es por eso que desde mi punto de vista creo que la prisión es una pena más severa que la pena de muerte, porque actúa sobre la naturaleza del individuo, es decir la muerte tarde o temprano nos llegará a todos, es algo natural, pero la exclusión para el ser humano es antinatural.
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